-Adiós John- aquellas palabras no dejaban de atormentar a el doctor John Hamish Watson. Aquellas dos simples y directas palabras, no le dejaban conciliar el sueño. Para muchos solo era eso, palabras. Pero para él esas palabras suponían las últimas que volvería a oir, de su amigo, de su compañero, de su Sherlock.
Habían pasado ya 7 meses desde aquel fatídico día, y aún podía recordar cada mota de polvo que se cruzaba por su camino. Recordaba como su amigo suplicaba que le mirara solo a él, como el sol recortaba la fiel silueta de su compañero y como este surcaba el aire, con el destino de la muerte.
Muchas cosas habían pasado desde entonces, nada era igual, él no era igual. No era consciente de los días. No recordaba nada de lo que hacía el día anterior. Lo único que recordaba es como se había mudado, a su anterior casa, cuando no conocía a Sherlock. El 221B de Baker Street encerraba demasiados recuerdos dolorosos para él. La señora Hudson, le prometió que jamás vendería ese piso, pera ella solo tuvo 2 únicos inquilinos, sus legítimos dueños, John y Sherlock. Si en ese piso tenía que vivir alguien, debían de ser ellos.
No había vuelto a hablar con Lestrade, ni con Molly. Todo lo que estuvo relacionado con él, le parecía doloroso.
Echaba de menos el sonido de su violín a altas horas de la madrugada, echaba de menos su arrogancia, echaba de menos correr detrás de él, echaba de menos a su mejor amigo Sherlock Holmes.
El porqué lo hizo era lo único que aún no entendía, lo único que tenía claro es que él no invento a Jim Moriarty, y nadie le convencería jamás de lo contrario.
Recordaba como le había suplicado un último milagro, "no estés muerto". Aún seguía albergando esperanza de que se cumpliera, quería creer en ello, quería creer en Sherlock.
Decidió salir de su lúgubre morada, y dirigirse a la calle. Necesitaba que le diera el aire, necesitaba dejar de pensar en él durante un tiempo.
Se puso la primera chaqueta que encontró en su armario y salió a la calle. Paseó por las frías y húmedas calles de Londres. ¿Dónde iría? No sabía. Solo quería dar una vuelta. Pero la costumbre le pudo, y sus pasos desafortunados le dirigieron a la vieja Necrópolis griega, al cementerio.
La tumba de su viejo amigo reposaba sumisa y tranquila, donde la había. Dejado. Pero algo había cambiado, no todo era igual. Un pequeño detalle, pero que él notó enseguida, la vieja gorra de su amigo ya no estaba. ¿Serían alucinaciones después de tanto tiempo deseando ese momento? ¿O sus esperanzas se habían cumplido? Solo sabía una cosa, la gorra no estaba. Podía haberlo cogido alguien, pero John sabía que no. Un milagro había sucedido, su mejor amigo había vuelto a la vida. Sherlock había vencido a la muerte. Levantó sus ojos esperanzados, hacía el frente. Alguien le tapaba la luz del sol.
-Hola John, he vuelto.